Buenos días Antonio y gracias por el tiempo que nos dedicas. Nos hemos conocido porque, actualmente, desarrollas una investigación doctoral en Historia cuyo tema, para Tribal Networking, es muy interesante: la figura y el rol de las mujeres nobles en los siglos XVII y XVIII en la Monarquía española y, por ello, también en Cerdeña. Este tema, en efecto, se presta a tocar muchas problemáticas actuales: la evolución de las cuestiones de género, las diferencias geoculturales, la literatura y la historia del funcionamiento de nuestras sociedades. Iniciamos, eso sí, desde el principio: ¿qué significa hoy estudiar Historia y qué enseñanzas se pueden extraer de ésta?

Gracias a ti por hacerme compartir escenario con tantas interesantes experiencias aquí en Tribal Networking. A día de hoy, estudiar Historia supone entrar a comprender unas dinámicas que, en el fondo, nos hacen humanos. Y que, de hecho, han sido las mismas desde que pisamos este planeta. En ese sentido, creo que es muy importante y conveniente estudiar Historia, siempre en función de la formación o disciplina de cada uno, porque permite comprender unos mecanismos que nos hacen humanos y entendernos en el funcionamiento de diferentes sociedades en tiempos de crisis, tanto actuales como anteriores. Estudiar y analizar la Historia hoy nos prepara para poder profundizar más allá de lo que vemos, más allá de la carcasa que vemos en nuestro día a día, pudiendo, incluso, prever –dentro unas limitaciones bastante amplias– algunos movimientos y circunstancias que, tanto en el pasado como en la actualidad, han sido humanos.

El Mediterráneo es a menudo definido como la cuna de la civilización. Durante milenios, ha sido teatro de guerras, tensiones y desencuentros que continúan todavía, si bien hoy el área ha perdido su centralidad socioeconómica. Como historiador, ¿cómo interpretas los indicadores del momento? ¿Qué escenario imaginas de aquí a los próximos veinte años?

La cuenca del Mediterráneo ha sido desde muy antiguo un cruce de culturas, de sociedades, de distintas formas de concebir el propio ser humano, la vida, el desarrollo económico, distintas formas de comprender incluso la guerra. Todo ello nos lleva a un desarrollo de eventos que presenta bastantes conflictos, del cual, en mayor o menor medida, podemos ser herederos. Es hacia la Edad Media cuando se empieza a percibir este desplazamiento socioeconómico, adquiriendo mayor protagonismo otro tipo de dinámicas que otorgan más importancia a otras regiones, enfocándose hacia el exterior. Todo ello se verá, además, incrementado con acontecimientos como la conquista de América o el paulatino auge del sistema capitalista. Hoy en día, continuamos con una idiosincrasia propia, en la actualidad en una situación de cierta crisis: sus distintas partes entran en contacto sin comprenderse completamente las unas a las otras, incluso entre los países que son más afines culturalmente a nosotros. De aquí a veinte años, la situación debe ponerse a prueba, pasando por abrazar si existe un espíritu típicamente mediterráneo, una raíz común o si, por el contrario, tantos siglos de conflicto y movimiento han supuesto el haber erigido muros insoslayables.

Has venido a Cerdeña a realizar una investigación con fuentes históricas en el archivo. ¿Qué idea te has hecho de esta isla?

Se trataría de una idea bastante especial: de apertura y de conservación. En primer lugar, apertura por haber estado en un punto central del Mediterráneo occidental, lo cual le ha permitido recibir una gran cantidad de influencias que difícilmente podemos enumerar completamente. Desde la etapa previa a la dominación romana, hasta el fin de la aragonesa con la posterior unificación italiana, han configurado una idiosincrasia sarda que, resulta especialmente característica. En segundo lugar, conservación, precisamente por ese carácter insular, que le ha permitido retener muchos de esos factores que comentaba, que han ido entrando en su tierra con el paso de los años. Estos dos rasgos le han dado a la isla un conjunto, compuesto con la identidad de cada una de esas influencias, que resulta, finalmente, único y singular.

La Historia, al igual que las otras ciencias sociales, requiere dedicación y atención, además de una notable dosis de honestidad intelectual para no hacer pasar por verdad comprobada lo que no son sino interpretaciones y reconstrucciones parciales. Uno de los riesgos de este trabajo, de hecho, consiste en la posibilidad de alimentar la retórica de ciertas facciones políticas. Lo vemos en estos últimos años, por ejemplo. Europa nació sobre la idea, meritoria, de construir un lugar de unión y encuentro entre pueblos y derechos. Hoy de esta idea queda bien poco, mientras, en diferentes países, han surgido muchos movimientos revanchistas y nacionalistas, como demostración que dos guerras mundiales no nos han enseñado tanto. ¿Por qué?

Sobre esta pregunta podríamos reflexionar muchísimo. Desgraciadamente, uno de los usos dados a la Historia ha sido el alterar la percepción del pasado e influir, con ella, el presente; y precisamente por eso mismo debemos conocerla aún mejor. La idea de Europa surge, al menos en su aspecto más práctico, en un momento de auge y benevolencia económica, en un tiempo que la acomodaba. Ahora nos encontramos en una etapa de crisis donde este ideal y esta construcción de Europa deben, también, ser reevaluadas. Hablamos con ello de un desafío que atañe a todos los sectores y áreas humanos, como siempre lo hacen los grandes problemas que afectan a una sociedad: se trata de un problema económico, social, político y, también, ético. Habiendo llegado al punto de tensión actual con circunstancias desfavorables, como la crisis –multinivel– de los refugiados; el auge de movimientos extremistas, ultraconservadores y xenófobos; o el alto grado de desafección democrática de diferentes estados europeos, es imperativo el analizar y evaluar qué supone ser europeo, si existen rasgos que podríamos denominar intrínsecamente europeos, debiendo reflexionar, reevaluar y actualizar una idea que ha sido duramente contestada.

Todavía hoy las mujeres no disfrutan de paridad de derechos pero, ¿qué vida hacían las mujeres de los siglos que estás estudiando? ¿Cuáles eran los valores en la base de aquella sociedad?

Respecto al campo en el que yo realizo mi investigación, las mujeres nobles de la Monarquía hispánica, concretamente en la Corona de Aragón, he podido ver que la idea que tenemos, habitualmente, es ligeramente diferente a la que se aprecia en los documentos históricos. Es cierto que en la Edad Moderna, periodo en el que trabajo, el sistema patriarcal es incuestionable, salvo por algunos autores muy aislados que destacan por sus rompedoras propuestas, sobre todo a partir del siglo XVIII. Pese a ello, existe una muestra histórica y patente de que las mujeres fueron sujetos muy activos de su sociedad y que, en muchos aspectos, combatieron y resistieron las limitaciones de un marco legal, social y cultural que las relegaba a un segundo plano y las supeditaba al varón incluso en el aspecto reproductivo. Se trata de una sociedad muy compleja, con distintos estratos y derechos en función de la condición de nacimiento. Esto implica que, a la hora de estudiarlo, debemos realizar el esfuerzo de comprender el enorme abismo temporal que nos separa; pero, pese a todo ello, la impresión que recojo, como decía, es que la realidad de aquel momento no se adecua perfectamente a la idea con la que hemos crecido.

Se dice que “la historia la escriben los vencedores”. ¿Es siempre así? En su momento se afirmaba que los subalternos no pueden hablar, tener una voz que narre la contrahistoria, sin embargo, viendo lo que las redes sociales y los nuevos medios han hecho posible en los últimos diez años, se podría decir que la red, si se usa con competencia, ofrece la posibilidad de escapar a la mirada de los centinelas del poder. Tú, como historiador, ¿qué piensas?

Siempre se ha afirmado que es así y, en buena medida, la Historia siempre ha sido un arma de propaganda, de consolidación, un recurso que el poder, en más ocasiones de las que nos gustaría, ha esgrimido con tal de legitimarse. En este sentido, vivimos unos tiempos verdaderamente interesantes: las diferentes herramientas existentes en las redes han dado voz a aquéllos y aquéllas que de otro modo no habrían podido agruparse y comunicarse. Con la tendencia actual a la globalización, y a la red social, vienen aparejados algunos desafíos: conforme la fuerza que cobran las redes, también aumenta la necesidad del poder político por tratar de controlarlas. Todavía, al mismo tiempo, seguimos sin comprender plenamente qué pueden permitirnos las redes sociales, cuáles son sus contrapuntos más oscuros o peligrosos, cuál es la norma de etiqueta adecuada, etcétera. Pese a todo ello, si algo ha quedado claro y demostrado, es que han permitido enriquecer la información recibida por la población, escapando a la manipulación mediática, y canalizar también las inquietudes y desasosiegos de una sociedad que se siente conectada y aislada al mismo tiempo.

¿Qué idea te has hecho de Tribal Networking?

Debo decir que me parece un espacio perfecto para enarbolar la idea del diálogo interdisciplinar. Justamente en la actualidad, corremos peligro de encerrarnos demasiado en una sola disciplina o campo; pero es precisamente este enriquecimiento el que permite que abordemos un mismo tema desde distintos enfoques. Esto, de hecho, puede aportarnos soluciones y nuevas formas de enfrentarnos a problemas que vienen desde antiguo. En el campo que yo trabajo, la Historia Moderna y la Historia de género, se aprecia esa misma línea: aproximarse con una visión de género, una metodología y filosofía actuales, a unas circunstancias que se encuentran en nuestras sociedades desde hace años y siglos. Por eso creo que es fundamental, enriquecedor y, desde luego, un esfuerzo a desarrollar, tener en cuenta y compartir.